Día 4. Santa Bárbara
Santa Bárbara es una de las ciudades más atractivas de la costa californiana y una de las típicas estampas que nos vienen a la mente cuando pensamos en esta zona de EE. UU. Largos paseos de palmeras, playas doradas, gente guapa… el sitio perfecto para pasar un par de días al sol en nuestra ruta por California.
Llegar a Santa Bárbara
Desde San Simeón, de donde salimos a primera hora de la mañana, hasta Santa Bárbara tardamos como unas dos horas y media.
Lo primero que hicimos al llegar a San Bárbara fue ir al hotel. El alojamiento en Santa Bárbara es carísimo, sobre todo en fin de semana, por lo que en un principio reservamos en Ventura, una localidad cercana. Afortunadamente, mirando después encontramos un hotel en Santa Barbara, el The Inn at East Beach St Barbara, que salía a un precio similar al hotel que ya habíamos reservado, y decidimos cambiar la reserva. Este hotel no se encuentra cerca del centro de Santa Bárbara, sino en una zona residencial frente a East Beach, lo cuál no nos resultó un problema, ya que íbamos en coche a todos los lados y el hotel tenía párking incluido. De entre todos los hoteles en los que nos quedamos en California este fue uno de los que más nos gustaron. En el post sobre hoteles en California podéis ver todos los detalles.
Fisher Whalf Santa Bárbara
Una vez hecho el check in e instalados nos fuimos a comer al Fisher Whalf de Santa Bárbara, a apenas diez minutos en coche desde el hotel. Aunque se puede llegar hasta el muelle con el coche nosotros decidimos dejarlo en el paseo marítimo que hay antes de llegar, y casi mejor porque aparcar dentro del muelle era mucho más caro y el párking ese día, sábado, estaba hasta arriba.
El Fisher Whalf de Santa Bárbara es el típico muelle americano que tantas veces hemos visto en las películas, con sus pescadores, familias paseando, sitios para comer… Y la verdad es que el día acompañaba, por fin veíamos ese famoso sol de California. Para comer elegimos el Shellfish Company, uno de los restaurantes más famosos del muelle, donde la especialidad es la sopa de almejas servida dentro de una hogaza de pan. Este restaurante suele estar a tope y no aceptan reservas, por lo que tienes que apuntarte en una lista al llegar para ser atendido. Pensando que sería más rápido, decidimos hacer cola en la ventana del autoservicio que tienen fuera, donde sirven la misma comida que en el restaurante pero te la tienes que comer en las mesas del muelle. Pues allí nos pasamos cerca de una hora haciendo cola, aunque hay que decir que la espera valió la pena. Pedimos cangrejos, muy típicos también en esta zona, y la famoso sopa, y disfrutamos de una comida relajada viendo a los pescadores y el ir y venir de los barcos.
East Beach
Como hacía tan buen tiempo y en el hotel nos dejaban sombrillas, toallas y demás, por la tarde nos acercamos a tomar el sol a East Beach. La verdad es que las playas en California no tienen nada que ver con las playas a las que nosotros estamos acostumbrados. Allí tienen unos playones infinitos, con unas olas y unas corrientes que como para bañarse, nada que ver con el Mediterráneo. Por eso, la mayor parte de la gente las aprovecha para hacer deporte: voleyball, kayak, surf…
Aunque el mar no estaba muy revuelto, apenas había unas cuantas personas en el agua, la mayoría bañándose con ropa, no sé muy bien por qué… El resto de los visitantes nos contentábamos con tumbarnos en la arena a coger moreno y disfrutar de las increíbles vistas. En esas estaba yo cuando, de repente, me pareció ver en el agua tres aletas despuntando. ¡Tiburón!, fue lo primero que me vino a la mente. A mí y a las dos chicas que iban en un kayak, que en cuanto los vieron comenzaron a remar hacia la costa. Falsa alarma, en realidad se trataba de tres delfines que nadaban increíblemente cerca de la costa, para asombro y deleite de todos nosotros. ¡Tres delfines a apenas unos metros de la playa! Todos nos quedamos con la boca abierta.
De compras por el downtown

Helados de McConell’s Ice Cream
Después de darnos un baño en la piscina del hotel nos acercamos a conocer el centro de Santa Bárbara. Aparcamos en el mismo paseo marítimo cerca del muelle y subimos andando por State St, la calle principal. La verdad es que Santa Barbara es un lugar curioso de ver. Quizá por esa mezcla entre marítima y colonial, sin edificios altos y con un bonito y agradable centro por el que pasear. Santa Barbara recuerda más a una ciudad de costa del sur de Europa que a la típica ciudad americana. Ese día había mucha gente paseando, los cafés y restaurantes estaban llenos y se respiraba muy buen ambiente. Nosotros aprovechamos que las tiendas aún no habían cerrado e hicimos algunas compras alrededor del centro comercial Paseo Nuevo. Además, probamos uno de los helados más increíbles que hemos comido nunca en la heladería McConell’s Ice Cream.
Para acabar el día nos acercamos simplemente a un supermercado que teníamos muy cerca del hotel, donde compramos algo para cenar y nos fuimos a disfrutar de nuestra habitación de hotel.